miércoles, 5 de enero de 2011

Durante mucho tiempo el perdón estuvo ligado a una determinada cosmovisión moral o religiosa. Últimamente la ciencia empezó a mirar el tema del perdón como un paso necesario para la salud psicofísica y emocional, rescatando de esta manera siglos de experiencia en el tema.
Si nos atenemos a su etimología podemos decir que la palabra perdón proviene del prefijo latino “per” y del verbo latino “donare”, que significan, respectivamente, "pasar, cruzar, adelante, pasar por encima de" y "donar, donación, regalo, obsequio”. De esta manera la misma palabra nos acerca a la idea de remisión, cese de una falta, ofensa o demanda.
Ahora bien, el perdón no es olvido, no es olvidar lo que nos ocurrió. No es aceptar lo ocurrido con resignación. No significa excusar o justificar un determinado hecho o mal comportamiento. No es negar el dolor.
Así como perdonar no significa recomponer vínculos (reconciliación), poder perdonar no excluye la opción de reclamar justicia. Perdonar no es justificar, excusar u olvidar. Perdón no implica indulto, pero tampoco debería promover el ánimo de venganza.
Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo. El perdón libera de ataduras que amargan el alma y enferman el cuerpo. Es un acto que involucra nuestra fuerza de voluntad a través del cual nos damos cuenta que está en nuestro poder desprendernos de algo que nos roba energía o tranquilidad. Desde el punto de vista psicológico, hay tres caminos de manejar el odio, el resentimiento y la bronca: negarlo, vivir enojados, perdonar.
De esta manera podemos decir que el perdonar es un proceso interno que solo puede permitirse la persona perjudicada. Es un trabajo tan personal e individual que, a veces, no es necesario que quien haya provocado el daño pida perdón.
El perdón es liberador y libera a quien perdona. Un aspecto valioso de perdonar consiste en cortar las ataduras o cadenas que conectan a personas de forma negativa. Los que no desean perdonar a otros son prisioneros de su propio odio. Ese odio se convierte en veneno. Perdonar es el antídoto…
El acto del perdón pone el dolor original en un contexto de sanación y se evita crear otro escenario como víctima.
El perdón es un acto de amor hacia uno mismo.